miércoles, 30 de julio de 2008

God is in the details



Ludwig Mies van der Rohe nació en Aquisgrán, Alemania, en 1886. Es uno de los arquitectos más reconocidos por la historia. Ambidiestro. Sus colegas decían que Mies tenía una vista privilegiada, a pesar de su notorio estrabismo. Mies abandonó Alemania antes de la Segunda Guerra Mundial, a la vista de la situación que se gestaba alrededor de Adolf Hitler y los países que circundaban a Alemania. Se estableció en Estados Unidos, en Chicago, donde después de unos años de estrecha colaboración con el Instituto de Tecnología de Illinois, murió en agosto de 1969.

Tenía un gusto particular por revestir sus obras con piedras nobles, como el mármol, el granito, y la madera. Aunque también destaca su uso del acero y el vidrio. Su arquitectura es sencilla y elegante, y presenta líneas geométricas muy rectas, y se puede decir que es el principal precursor del minimalismo en la Arquitectura y el Diseño Interior. Uno de sus muebles, la Silla Barcelona, es un hito en la historia del diseño de interiores.


Tres de sus obras más notables:


-Pabellón Alemán de la Exposición Universal de Barcelona de 1929.

Granito, vidrio y travertino. Elementos nobles en un espacio abierto y elegante. Además, los juegos con la luz y los reflejos le dan el toque moderno. El agua de la piscina le da continuidad a la arquitectura del pabellón, y actúa como espejo.
En su interior se emplearon por primera vez las sillas Barcelona, las cuales por su comodidad sustituyeron a los tronos de los Reyes de España, cuando éstos fueron a visitar la Exposición.



-Casa Farnsworth.


Uno de los tres paradigmas de la casa habitación en la arquitectura moderna. Vidrio, Madera, y Acero se unen en una estructura alzada a cinco pies del nivel del suelo, cuyo acceso principal lo compone una plataforma de granito. Fue construida de 1946 a 1951.

Casa minimalista por excelencia, a pesar de que él no hablara del minimalismo como tal. Se encuentra cerca de un río, en un enclave de la naturaleza, rodeada por árboles, y cuyas vistas se pueden apreciar gracias a la transparencia del vidrio que envuelve a la estructura en su totalidad.

La luz entra con libertad, y el interior y el exterior comulgan juntos.



-Edificio Seagram.

Ubicado en Nueva York, es sede de Seagram. En colaboración con el arquitecto estadounidense Philip Johnson, Mies construyó un edificio que estuviera acorde a su doctrina. Cubierto de cristal, y con vigas de acero y columnas de bronce, es un emblema de los tiempos de la Ley Seca .

Tiene 39 pisos y 157 metros de altura. Fue construido entre los años 1954 y 1958. La parte inferior del edificio es una plaza, por lo que la estructura está elevada del suelo, jugando con el vacío, y dándole mayor escala al edificio. En su momento fue el máximo exponente de la arquitectura a nivel internacional.

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Dos frases definen la vida y obra de Mies van der Rohe, "God is in the details" y la más famosa, "Less is more".




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Saludos.

domingo, 27 de julio de 2008

Miedo a la Oscuridad



Imagen tomada de Luc Viatour: © Luc Viatour GFDL/CC http://www.lucnix.be/


La noche en toda su majestuosidad, coronada por una hermosa y triste luna llena, cubría el ambiente con su escalofriante manto sombrío. Eran las once en punto, tal y como indicaba el reloj militar que había comprado al viejo desdentado que llevaba su carrito de supermercado por las sucias aceras de la zona de tolerancia de la ciudad. Menudo encargo el que le habían destinado a Alex para esa noche. Cuidar el viejo y tenebroso cementerio para que se le quitara… ¿cómo había dicho su padre?... ah, para que se le quitara “lo pendejo”. Ésa y otras imprecaciones hacia su persona salían periódicamente de los sucios labios de su amargado padre, el velador del cementerio.

No había nada peor en este mundo para Alex, que cuidar ese horrible laberinto de tristes tumbas cuyas desgastadas lápidas rezaban todas: Requiescat in Pace. Y para empeorar el panorama, la vieja lámpara oxidada que le había dado su padre no lograba encender de ninguna manera. Lo único que le quedaba al supersticioso, y casi analfabeto, muchacho, era utilizar el encendedor zippo que alguien había olvidado en una mesa del ristorante italiano al aire libre donde acostumbraba a robar las propinas que dejaban para los descuidados meseros. Encendió el zippo e iluminó sus fúnebres facciones. Sus ojos eran apesadumbrados y caídos, con sombras oscuras debajo de ellos. Su nariz chata remarcaba lo triste de su rostro, y dentro de su boca entreabierta y torcida se podían vislumbrar varios dientes torcidos y sucios, y también la falta de un par de ellos. Era lampiño, ya que debido a su desnutrición y a la falta de trabajo físico no había podido madurar fisiológicamente. De figura era larguirucho y con una estatura debajo del promedio. Estaba aterrado. Y tenía un pavor fervoroso a la oscuridad.

El viento corría en ráfagas por los aposentos de los fallecidos, y dichas ráfagas semejaban a serpientes que salían a montones de un pozo infernal a los pies de Luzbel, el ángel caído. Sus inquietantes silbidos sonaban con irregular ritmo, y llenaban de pesadumbre la atmósfera que rodeaba al desdichado Alex. La llama del encendedor iluminó una cripta de mármol blanca, triste y majestuosa. Era cuadrangular, con flores de lis esculpidas, de tal manera que parecían de verdad, y que ascendían desde el suelo. Tenía una figura rectangular que salía en relieve, a la manera de lápida. En ella estaba la inscripción del eterno descanso, y debajo, un nombre. El nombre parecía borrado, y sólo se alcanzaban a divisar las siluetas de algunas letras.

Sobre la cripta, aparecía esculpido un ángel masculino muy bello, que tenía la cabeza ladeada, con un rostro lleno de pesar. Sus vestiduras eran largas, y en una mano sostenía un lirio. Sus cabellos eran ondulados, y sus facciones muy finas. Sus alas estaban muy bien elaboradas y eran realmente grandes. Era imposible que el muchacho supiera que era una representación fúnebre del arcángel Gabriel, puesto que su educación era terriblemente deficiente. Por un momento, Alex pensó que alguien muy importante debía haber sido enterrado ahí. Se acercó más a la lápida y se percató de que bajo el nombre apenas legible había una inscripción que decía el año de nacimiento y el de muerte. 1956-1968. Hizo sus cuentas con gran dificultad, y calculó que el morador de la tumba debía tener 12 años al morir. Y más abajo leyó con gran esfuerzo otra inscripción, en letras muy elaboradas.


“Querida hija y hermana.
Alma del Señor que ningún mal cometió.
Encuentra tu eterno descanso en los brazos de Santa María la Virgen,
quien intercederá por ti ante Dios.”


Eran palabras tristes, que conmovieron a Alex, quien intentó descifrar con mucha dificultad el nombre que había sido casi borrado. Gabrielle Lewis. Fue una labor trabajosa para él. Luego miró la cruz que el ángel de mármol sostenía con la mano sin lirio. Era inusual en las tumbas este tipo de estructuras, ya que por lo normal, la cruz estaba grabada en las lápidas, y no sostenida por un ser alado de ojos tristes y vacíos. Gran sepultura para una niña tan pequeña. Se preguntaba qué desgracia podía haberle acontecido.

De pronto oyó un sonido extraño, que semejaba al llanto de un niño pequeño. Dicho llanto lo hizo soltar el encendedor y perderlo en la oscuridad. Todo estaba negro a su alrededor. El lamento se escuchó de manera cada vez más intensa, hasta que se transformó en un agobiante chillido. Alex tropezó, cayendo al suelo. Con las manos tanteó la tierra húmeda, hasta que encontró el zippo. Lo encendió y lo dirigió hacia el punto del que creía que había surgido el lamento. Era un gato negro, feo y sucio. Estaba herido en un costado. Miró a Alex con sus acusadores ojos verdes por un segundo, y se escondió en alguna parte, tal vez detrás de alguna de las grises tumbas. El corazón de Alex palpitaba desenfrenadamente, pues el gato le había dado un susto ejemplar. El miedo a la oscuridad lo engullía de manera voraz. Lo único que le permitía seguir adelante era el temor que tenía a quedarse en un lugar fijo, como si algo o alguien fueran a salirle al encuentro si se mantenía en pausa, como si el movimiento ahuyentara lo desconocido. Siguió avanzando por los senderos de piedra del cementerio, y otro sonido cubrió el ambiente. Era el ulular fantasmagórico de un búho, que, posado sobre la rama raquítica de un árbol deshojado, lo observaba con sus enormes ojos cíclicos. La mirada del búho lo devoraba sin piedad, y ululaba sin cesar, como si quisiera delatarlo, para que algo o alguien lo encontrara entre esa espesa maraña de sombras. Y entonces, Alex escuchó un susurro. La voz que susurraba era linda y tierna, un alivio que llegaba enhorabuena. Pero el problema era que la dulce voz femenina no venía de ninguna parte.

El pulso se le aceleraba rápidamente, y entonces alcanzó a entender, en un mínimo instante, lo que la voz le decía: “Me duele…”. El chico quedó petrificado al oír el lamento que aquella voz había proferido, al tiempo que la negrura se hacía más espesa. El muchacho cerró los ojos, aumentando la ceguera que la oscuridad ya le había inducido antes. Encendió el zippo a ciegas, y lo blandió como si se tratara de una espada bastarda de algún caballero templario del medioevo. Nada. Pareciera que el chico era víctima de una broma. Pero ahí no había ningún bromista. Sólo él y las sombras se hallaban ahí, separados por la luz incipiente del encendedor olvidado. No había fobia más terrible que la de Alex hacia la oscuridad. El veía a la noche como un enorme monstruo de facciones terribles, que se erguía sobre él, listo para devorarlo, y someterlo para siempre en las tinieblas. Su padre nunca se mostró interesado en quitarle aquél miedo infantil, y se limitaba a decirle: “Deja de chillar, niño pendejo.” O le decía: “Ya basta de mariconadas, o te doy una razón para que llores”.

La madre de Alex había cometido el terrible error de partir de este mundo antes de tiempo, dejándolo a merced de su amargado marido. Era por ello que aún no había superado ese miedo, un miedo que los mismos hombres primitivos tuvieron alguna vez. En fin, Alex estaba a merced de la noche, cuando una voz infantil, de niña inocente y dolida, le dijo: “¿De qué huyes?” “No soy mala…” Alex dirigió el zippo a todos aquellos manchones negros que conformaban el manto nocturno, pero no había nada. “Me duele…” El muchacho pegó un grito, un grito que reflejaba el mayor sentimiento de pánico que jamás había sentido, un pánico que se sumó a todo aquello que implicaba sufrimiento, pues los recuerdos se agolparon en su mente, como un torrente de imágenes depresivas.

La muerte de su madre. Cuando se cayó a media calle y unos niños en bicicleta le tiraron piedras. Cuando lo persiguió un policía, golpeándolo y confundiéndolo con un delincuente. Cuando sorprendió a la chica guapa de la barra, Mina, que tanto le gustaba, con un joven pandillero negro, en el callejón detrás del bar. Cuando su padre, aquel maldito abusador, aquel hombre denigrante, le pegó en la cara con un plato, tirándole un par de dientes. Cuando su padre lo insultó frente a todo el mundo, en la iglesia, por haber ido con todos esos “cabrones insufribles” que elevaban sus plegarias a un Cielo “que no existía”. Cuando su padre… cuando su padre… cuando su padre…

Y fue cuando el grito de Alex se tornó en sollozos. Las lágrimas cubrieron por completo su rostro. Permaneció así mucho rato, en posición fetal sobre el piso húmedo, sobre aquel olor a tierra mojada. Permaneció así mucho rato, llorando desconsolado, gimiendo, en una depresión extrema. Permaneció así mucho rato, con el zippo apretado entre los dedos de su mano izquierda, lamentándose por la vida que le tocó vivir. Maldiciendo el día y el lugar en los que le tocó nacer, maldiciendo a Dios por haberse llevado a aquella persona que era su única protectora. Su ángel guardián. Su madre muerta. “¡El mundo es una mierda!”, gritó. Y abrió los ojos, al tiempo que gritaba: “¡Deja de llorar, niña pendeja, veme a mí, un pobre diablo que se revuelca en su propia inmun…!” No terminó de gritar. No se había dado cuenta, pero ya estaba amaneciendo. La luz tenue de un sol naciente iluminaba con timidez el cementerio. Él estaba en el suelo, sudando, sucio, con el rostro húmedo y frío. Él estaba junto a la caseta del cementerio, donde se podía observar una infinidad de tumbas, casi a la manera de un panorama aéreo del noticiero.

La puerta de a caseta estaba abierta. La caseta roja, de madera, y desvencijada, había sido la primera en recibir el regalo fúnebre de la luz del día. Alex se incorporó, y se paró en el marco de la puerta, para ver quién había entrado en la oficina (si se le podía llamar así) de su padre. El desgraciado estaba ahí adentro, encendiendo su primer cigarro de la mañana. “Ojalá te mueras con los pulmones podridos, cabrón. Me viste llorando y te valió”, pensó el muchacho, a quien los recuerdos lo habían amargado. La amargura acumulada que había sido reprimida había estallado en un inminente ataque de ira. “Padre, ¿por qué te valió madres verme llorando?”. El padre, un hombre de unos cincuenta años, fachudo, con barba y harapos, se volteó sorprendido. “¿Qué dices, maricón malnacido?”. El enterrador y guardatumbas se dirigió al muchacho, agarrándolo, por la camisa, y zarandeándolo con fuerza, desquitando toda su desilusión con el pobre muchacho. “¡¿Por qué habría de interesarme si lloras o te mueres, maricón de mierda?!”, le gritó en la cara. Alex hizo lo que nunca había hecho en su vida. Empujó a su padre con una fuerza que no sabía que tenía. Lo arrojó al piso, y ahí mismo, lo pateó y golpeó con todas sus fuerzas. Todo su sufrimiento, todo su dolor, se tornaron en odio repulsivo, un odio que le decía que lo matara, que acabara con él, se lo merecía… Lo estaba matando en serio, los moretones se hacían más visibles, la sangre brotaba de sus labios, su ropa se estaba destrozando aún más. Pero entonces se detuvo. Su odio inhumano se había esfumado. O al menos ahbía decidido dejar más golpes para otro día, para otra ocasión, tal vez para el negro que gozaba con Mina detrás de La Life, aquel bar…

Y se fue, dejó a su padre magullado en el piso de la caseta del cementerio, mientras él lo miraba con expresión nula, pues los golpes habían borrado toda expresión de su cara. “Hijo de puta”, alcanzó a decir, pero era demasiado tarde, Alex, el nuevo Alex, un Alex condenado a la amargura como él, se había ido. En cambio, una niña pequeña, vestida de blanco, de piel casi tan blanca como su vestido de seda, rubia como la plata, y con lágrimas en los ojos azules, lo miraba con tristeza. El hombre se asustó, mientras un infarto hería de muerte su corazón. Y la niña le dijo, antes de que él cerrara los ojos: “Me duele…”




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Este cuento lo escribí hace más de un año. El archivo word definitivo tiene fecha del 5 de marzo de 2007. Pero creo que es más antiguo.


Saludos. Firmen y opinen.

jueves, 24 de julio de 2008

Tocar el Cielo

El Templo Expiatorio de la Sagrada Familia es una de las obras que distinguen a Barcelona con el resto del mundo. Aún no alcanzo a comprender cómo el Cristo de Corcovado alcanzó un puesto entre las mejores maravillas del mundo actual y la Sagrada Familia no. Es increíble cómo la gente no conoce sobre la Sagrada Familia, cuando este templo es un monumento íntegro a los fundamentos básicos de la Cristiandad. Con más razón hay que confiar más en la UNESCO ( que la declaró Patrimonio de la Humanidad) que en un concurso con motivos publicitarios. Pero bueno, no critico más, y hablo del objeto de exposición. En las cuatro Fachadas de la Sagrada Familia, Nacimiento, Pasión y Gloria, se expresan los tres momentos fundamentales en la vida de Jesucristo, y la elevación de María, en la Asunción (ábside).
Imagen de la Fachada del Ábside (Asunción).
Cuando Antoni Gaudí tomó los planos de lo que iba a ser algo deslumbrante en Cataluña, aún más que la Catedral de Santa María del Mar, inmediatamente supo que lo que tenía en las manos era la posibilidad de construir algo digno de la figura del catolicismo. Cambió el planteamiento incial de corte neogótico, por algo más modernista, en su estilo propio. Durante el paso de los años, Gaudí modificó el esquema inicial propuesto por otros arquitectos, hasta llegar a una síntesis magnífica de lo que se expresa en el nuevo testamento. Gaudí sólo tenía 31 años, pero aún así, logró llegar a ese nivel de abstracción, y de simbolismo. Durante los siguientes 43 años que le siguieron, trabajó en el proyecto, y los 15 últimos fueron dedicados exclusivamente a él.
Imagen de la Fachada del Nacimiento.
Tiene cuatro fachadas principales, cada una con un portal, como he dicho antes: la del ábside, la del Nacimiento, la de la Pasión (éstas terminadas ya) y la de la Gloria. Ésta última acaba de ser iniciada (en 2002, pero acaba de ser iniciada, considerando que ya van 100 años de comenzada), y promete ser la más deslumbrante de todas. En la trinidad de Cristo se reflejan también los conceptos sobre la Santísima Trinidad. El Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo. El Padre movió las cosas, y Cristo nació. El Hijo murió, en una pasión aberrante, y salvó a los hombres. Y al final, por obra del Espíritu Santo, resucitó. Otro detalle que cabe resaltar es la cuarta fachada, la del Ábside, en la cual se situará la capilla de la Asunción, en honor a María, patrona del Mar de Cataluña. Ya en su interior estará la Santísima Trinidad, coronando a María en la cúpula. En cuanto a las otras fachadas éstas también tienen sus detalles, y su simbolismo, por ejemplo, la del Nacimiento tiene tres portones, cada uno representa a un miembro de la Sagrada Familia. Se presenta la imagen de la Sagrada Familia en el pesebre. La Fachada de la Pasión envuelve al fiel, con seis cortinas plegadas que surgen de la estructura al suelo, o al revés, como sería la tradición de Gaudí (sus edificios nacen de la Tierra).
Imagen de la Fachada de la Pasión.
Y la Fachada de la Gloria nos mostrará a Cristo resucitado en el Cielo. Respecto a las torres, no entro mucho en detalles aquí porque el rollo es bastante largo. Eso sí lo digo, son 18, 12 por los apóstoles, 4 por los evangelistas y dos cimborios, uno para Jesús y otro para María. Para eso estará el link puesto más adelante, para aquellos que quieran saber más a fondo sobre ella.

Imagen de la Fachada de la Gloria.
La Sagrada Familia contiene en sí misma montones de símbolos, los cuales hacen de ella una Maravilla, a la cual considero superior a cualquier templo existente en el mundo. Al menos ése es mi gusto, claro, no estoy en contra de las opiniones de nadie. Para una información más detallada del tema, Diosa Wikipedia viene al quite:
http://es.wikipedia.org/wiki/Templo_Expiatorio_de_la_Sagrada_Familia
Vale la pena visitar el link, pues es un artículo muy cuidado y bien estructurado. Aunque siempre es bueno buscarse biografía palpable e impresa de cualquier tema.
Bueno, eso es todo, el Templo Expiatorio de la Sagrada Familia es uno de los lugares que quiero visitar antes de morir, tal vez el más esencial. Quiero arrodillarme a sus pies, y sentir lo que es tocar el Cielo. Nadie como Gaudí para edificar un templo que toque el Cielo. Aunque en Dubai construyan un rascacielos de 500 metros, la Sagrada Familia toca el Cielo, y no el cielo material.
Y en varias décadas, cuando esté terminada, Barcelona, la Rosa de Fuego, va a tener un templo digno de ella.

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Espero que hayan disfrutado de la entrada. Si les pareció muy larga, o algo por el estilo, lo lamento en serio. Me emociono, yo lo sé. Espero que algunos se enamoren tanto del Templo Expiatorio de la Sagrada Familia como yo lo he hecho.
Saludos a todos. Y griten (firmen).
PD: Un cuento muy recomendable sobre la Sagrada Familia, pura ficción, pero un mensaje final decente: Gaudí en Manhattan, de Carlos Ruiz Zafón. Pueden descargarlo aquí, está en la parte de extras:
http://www.carlosruizzafon.com/

martes, 22 de julio de 2008

Las Vacaciones sólo duran un mes.




Me gusta acordarme de los viejos tiempos. Cuando las vacaciones eran íntegras, cuando tenías dos meses de verano, y la semana santa eran verdaderamente dos semanas libres.

Claro, cuando el mundo era joven, e inocente. Cuando todavía no entendías del todo lo oscuro de la palabra "política". Va, cuando todavía te emocionaban Dragon Ball y los Caballeros del Zodiaco.
¿Tan lejos? No.

Mejor remitámonos a la primaria. Cuando la emoción de estudiar una carrera era emoción infantil. Cuando decías: quiero ser doctor como mi papá, o quiero ser abogado como mi tío. Cuando no sabías que en la carrera serías adicto al café, y llevarías un récord de no dormir durante 45 horas. Y que ese récord se podía romper en cualquier momento.

Era cuando no sabías que el mundo era difícil, y que par sobrevivir tenías que ser más egoísta que altruista. Mi post anterior es sobre el individualismo puro, la mota de polvo no era más que una interpretación de la filosofía de Ayn Rand, expresada en El Manantial y La Rebelión de Atlas. Hay que ser egoístas en lo que importa, pero también un poco altruistas. El egoísmo puro asciende al nivel de hacer las cosas, no por uno mismo, sino por las cosas en sí. Por hacerlas bien.
Aquel tiempo era cuando no sabías que el amor era un verdadero desmadre, pero que al final, valía la pena, porque dicho sentimiento, el más intenso, era lo que lo hace a uno sentir vivo.
Era cuando pensabas que el cielo azul iba a seguir siendo azul por el resto de los días, y creías que llovía porque los ángeles lloraban, o en su caso, que estaban wishando en el WC del Cielo.
Era cuando no tenías una visión objetiva de la religión, y cuando pensabas que si rezas mucho, vas a obtener lo que quieras, incluso el último Transformer que estaba en venta en Toy´s Island.
Era cuando las vacaciones duraban más. Y el mundo era más inocente.



Sombría imagen la de Goya: los demonios de la razón. Tal vez el pensamiento, la razón desarrollada nos traen más dolores de cabeza. Pero ¿el mundo era mejor cuando eras así de inocente?
Yo creo que no. Tal vez haya cosas que han pasado recientemente, y que prefieres olvidar, pero... ¿estarías más vivo que nunca? ¿Serías una persona más consciente? ¿Tendrías tus metas en la vida mejor trazadas?


La vida es así. Piedra por piedra, para muchos. Piedras que debemos saltarlas, seguir adelante. Las cosas como son. A medida que crecemos, todo cambia. Y seguimos creciendo. ¿Qué será del mundo cuando tenga treinta? ¿Y cuarenta?

Por eso mismo, no me siento tan mal por sólo tener u mes de vacaciones. Porque aunque no las tuviera, estaría consciente: soy más que antes. Soy más viejo, aunque tenga 19 años. Y ya sé lo que es el deseo de trascender.

Disfruto mi mes de vacaciones, aunque casi no salga, aunque no siempre las cosas estén como quiero. Y porque ahora sé que todos los políticos tienden a fallar, a cometer errores. Porque son humanos. Porque yo soy humano. Eso sí, cuiden a sus niños. Y hagan de sus vacaciones algo más feliz.

Me gusta acordarme de los viejos tiempos. Cuando las vacaciones eran íntegras, cuando tenías dos meses de verano, y la semana santa eran verdaderamente dos semanas libres. Porque me recuerda que cada día crezco más, y que las cosas cambian, maduran, y algunas definitivamente no cambian. Y porque me gusta pensar que cada día maduro un poco más, a pesar de todo.


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Saludos!!!!!

domingo, 20 de julio de 2008

Habló la mota de polvo




-Escucha. Escucha. ¡Exijo atención!- habló la mota de polvo, mirando al universo.

Algunas otras motas de polvo la voltearon a ver.

-Yo soy. Yo existo.- dijo la mota de polvo.

-¿A quién le importa?- dijeron muchas galaxias.

-¿Qué quieres?- dijeron varios planetas.

-Me interesa escucharte.- dijo una nación entera.

-Perfecto. Yo digo: Yo soy. Yo existo. Yo haré.-dijo la mota a los que la escuchaban

Otros más se unieron a escuchar a la mota de polvo.

-Universo, mírame, voltéame a ver. Escúchame. Ve lo que hago. Lo hago. Porque soy, porque existo.- dijo a quienes no la escuchaban, mientras miraba, expectante y con anhelo, la vastedad del universo. Y su vacío.

-Universo. Eres vasto. Pero estás aún vacío. Yo soy. Yo existo. Y voy a llenar el vacío.- habló la mota de polvo.

Y la mota de polvo, solitaria, mientras los demás la miraban, actuó, y cumplió con su palabra.

Pero aún así, el vacío seguía siendo grande.

La mota de polvo seguía gritando, llenando espacios, haciéndose inmensa, pero no por sí misma, sino para llenar esos espacios vacíos que debían ser ocupados.

Y así fue... pero al fin, tuvo que extinguirse en algún momento. Y la mota de polvo pudo decir al universo, antes de desaparecer: Yo fui.


Y poco a poco, se empezó a saber de la voluntad de la mota de polvo. Y se extendió a través del universo.

Hasta que un día. El universo miró hacia atrás.

-¿Te acuerdas de aquella mota polvo?- dijo una nación.

-Es cierto. La que fue, y existió.- dijo un planeta.

-La que sigue siendo, aún después de extinta.- dijo una galaxia.

-La Mota de polvo, que llenó espacios vacíos en mí.- dijo al fin, el universo.

Y entonces se escucharon murmullos. Y esos murmullos se tornaron en gritos. Y esos gritos se convirtieron en alagarabía. Ahora no existía el universo. Se había extinguido. Ahora todos eran motas de polvo. Eran individuos. Eran únicos. Había muerto el pensamiento colectivo. Los espacios vacíos por llenarse se fueron llenando poco a poco. Y el universo, por decirle así, alcanzó su potencial.


-Yo soy, Yo existo. Y vengo a llenar los vacíos del infinito.- habló la mota de polvo.

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Primera entrada de mi blog. Espero les guste lo que escribí. Saludos a todos.

En especial a aquella que me instó a hacer mi propio blog.