miércoles, 7 de septiembre de 2011

Wake Me Up When September Ends




Los últimos días de agosto fueron de reflexión. A dónde dirigía mi vida, con quién quería compartirla, cómo me iba a sentir respecto al mundo.

La última noche de agosto me fui a dormir con la sensación de que septiembre iba a ser diferente, un mes de revelaciones, un mes de felicidad pura y dura. Esa felicidad que tal vez hace falta. Me fui a dormir con un peso en el alma, con la conciencia de que faltaba resolver conflictos de mi persona, y conflictos con otras personas, que apenas se gestaban, pero podrían convertirse en un problema grave.

Amanece septiembre, me miro diferente en el espejo. Digo: Tengo que ver el mundo con ojos diferentes. Tengo que sentir el mundo con una piel diferente. Las cosas serán mejores en la medida de que cambiara ciertos aspectos, no de mi personalidad, sino de mi actitud. Un cambio de actitud necesario, un cambio de prioridades, y por supuesto, ser la mejor persona posible. Ser mejor persona no implica ser el bueno con todos, sino ser el bueno con uno mismo… y con las personas que realmente me quieren. Del verbo querer. Del verbo: “Estoy ahí cuando me necesites”.

Me miré después de lavarme la cara y decidí que ya no estaría allí para todos. Ahora lo estaré ahí para la gente a la que le importo.

Nos acaba de caer el infierno encima. Mi jefe, en aparente decepción. Yo, en la cuerda floja. La tensión sube cuando me invita a salir a conversar con él. Las cosas se aligeran: me invitaba a comer con él.

Después de la plática, algo quedaba claro: debo ver por mi futuro. Y como me dije en la mañana: tengo que valorar a la gente que me valora. ¿En qué momento un amigo mío había dejado de serlo, y se había convertido en mi jefe? Tengo que verlo así: como un amigo que me quiere, me cuida y me valora. Y que está preocupado por mi futuro. Por el rumbo que elijo. Porque tal vez ve lo que todos ven en mí, pero no me doy cuenta de ello: Soy demasiado altruista. Me falta ser egoísta. El egoísmo como una forma de quererme a mí mismo, no como algo malo y vano.

Entonces caí en la cuenta de algo: Septiembre puede ser el mes en que me dé cuenta de muchas cosas, puede ser un mes didáctico, un mes de cambios. Contrastes entre lo bueno y lo malo. Un mes para valorar las cosas, para desarrollar mis aptitudes, para dirigir rumbos. Ése es el septiembre que quiero. Un mes que me haga crecer como persona. Un mes para mí.

1 comentario:

Danee dijo...

Egoísmo, lo que me falta también. Pensar en ti mismo y ser tu prioridad. Nos hace falta un poco de eso amigo, pero no vamos por mal camino. Animo,y sabes que cuentas conmigo.