jueves, 4 de noviembre de 2010

La Arquitectura nos entra por la piel

Imagen tomada del artículo de Plataforma Arquitectura:

Es a través del tacto que la Arquitectura se convierte en música para el alma. La atmósfera es lo que le da poesía, no las formas extravagantes ni los eternos flujos.

Es la atmósfera, dada por la luz, dada por el clima, dada por la textura del material, dada por la resonancia del espacio, la que hace de la Arquitectura una experiencia sensible. Un ciego no podría apreciar la imagen imponente de un edificio de Zaha Hadid, ni sentir sus recorridos que fluyen sin parar, pero sí podría apreciar la temperatura, los materiales, el sosiego de las termas de Vals de Peter Zumthor.

El mundo entra a través de la piel: cuando estamos en la playa, sabemos que estamos ahí, por la frialdad del piso, por el olor a salitre, por el sonido del viento y de las olas golpeando la orilla; no necesitamos una ventana y ver el mar para entender que estamos en la playa. Los ojos son sólo una extensión de la piel. Los ojos mienten, los demás sentidos no. Hemos moldeado el mundo con los ojos, y ahora no podemos confiar tanto en ellos, y tenemos que recurrir a los demás sentidos.

Podemos ver comida, verla hermosa, apetitosa, y cuando la comemos nos encontramos en disgusto ante un sabor desagradable.

Es como ver imitación de madera y creer que es madera en sí, hasta que la tocamos, la olemos, la vivimos, y nos damos cuenta de nuestro error.

Nuestros ojos nos engañan, nuestro tacto no. Cuando vemos a alguien pálido y que apenas da señales de vida, creemos que ha muerto. Pero entonces palpamos, escuchamos, y sentimos que respira.

Lo mismo es con la arquitectura. Cuando un edificio está vivo, lo sentimos con la piel. Y con el alma.



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